Santa Catalina Laboure

Santa Catalina Laboure nacio en  Fain-lès-Moutiers, en Borgoña, Francia en el año 1806. Hija de Pierre Laboure y Madeleine Louise Gontard, siendo la novena de 11 hijos. Fue cuidada por su hermana tras la muerte de su madre, trasladándose a Saint-Rémy. ​

Recién a los 12 años, Santa Catalina se hizo cargo de los oficios de la casa (cocina y crianza de animales) Su hermana ingresa a las Hijas de la Caridad cuando Catalina tenía 14 años, entendiendo que su llamado iba a ser el mismo, aprendiendo a leer y escribir con la ayuda de sus primos.

A pesar de saber su vocación, su padre se opone y la envía a París donde descubre la miseria de la gente y definitivamente se convierte en monja para socorrerlos y ayudarlos en sus pesares. Para el año 1830, su padre da la autorización para que Catalina Laboure sea religiosa, pero no pago la dote.

Catalina ingresa al Seminario en la Casa Madre de París, en la calle del Bac, donde admira San Vicente de Paúl. Santa Catalina es más destacada por su servicio cotidiano, su fuerza para la oración, paciencia y humildad.

Santa Catalina Laboure tuvo el don de las visiones desde muy joven. La primera fue con San Vicente de Paul que se le aparecía por 3 días consecutivos sobre un pequeño relicario. Luego fue la hostia consagrada que se transformó en el rostro de Cristo. 

Otra visión consta de un ángel con facciones de niño, vestido de blanco que la conduce a la Capilla de la Casa Madre donde aparece la Virgen María con la que tiene un diálogo por más de 2 horas. Luego de ello, Catalina vaticina momentos duros para Francia con la muerte del Arzobispo de París y una posterior insurrección.

Durante una oración en la Capilla, la Virgen se vuelve a aparecer a Santa Catalina con una voz que le indicaba grabar una medalla con un modelo especial. 

Días después, la Virgen se le aparece por última vez, diciendole que solo oirá su voz en sus oraciones, pero que no se le aparecerá más. Luego de terminar su noviciado, Santa Catalina Laboure entra al orfanato de Enghien y en sus oraciones recibía las mismas indicaciones de la virgen para realizar la medalla. Logra que ésta se cree y se difunda con la intervención del Arzobispo de París. Para el año 1832, las primeras medallas están listas.

A causa de la enfermedad del cólera, muchas personas mueren en París, pero la medalla se distribuye como ayuda entre todos los enfermos provocando la oración, la devoción y la sanación de algunas personas por lo que se le atribuye el nombre de «Medalla Milagrosa», repartiendose 20 millones de copias en dos años.

Las iglesias católicas multiplican sus representaciones de la visión de Catalina y el Obispo de París hace que se venere a la Señora de la Medalla Milagrosa, además de obtener que el Papa Gregorio XVI solemnice la fiesta de La Inmaculada Concepción en Diciembre, 18.

Luego es esos momentos, Santa Catalina Laboure enfrenta el cólera por segunda vez, las batallas con los prusianos, alimentando a muchas personas a diario, una guerra civil, el odio de las clases y muchos tormentos más.

A sus 79 años, Santa Catalina Laboure sufre de ataques de reuma y hace doloroso cualquier movimiento de la santa. Tiene molestias cardiacas y sufre de asma.

Los problemas cardíacos de Catalina se agravaron y sus fuerzas van decayendo un poco más.

Fuente: Santa Catalina | Imagen recuperada del Blog Catolico Gotitas Espirituales

Fuente: Fundacion Marypages | Estatuas de Santa Catalina Laboure con la Virgen María

Santa Catalina Laboure que fuiste privilegiada con la aparición de la Santísima Virgen María, ayúdanos a mantener esa fe grande y encendida. Que sigamos tu ejemplo de servicio, piedad y misericordia para que todo el mundo siga rezando con la Medalla Milagrosa.

Ruega por nosotros que recurrimos a ti, desesperadamente. Limpia los pecados de nuestro corazón y enséñanos a ser siervos de Cristo, de quienes nos necesitan, para hacer felices a los demás.

¡Catalina de Laboure, ruega siempre por nosotros!

Amén.